TRÍO SEXUAL DESAGRADABLE ENTRE CHICO, CHICA Y VIEJA

Relato y descripción de un trío sexual improvisado y mal avenido entre un chico, una chica y una señora mayor de alrededor de sesenta años.

Cuatro a Tres

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Autor: AlejoVera

9 de marzo de 2017

Una vez tuve la oportunidad de participar en un trío sexual en Madrid con una chica joven una no tan joven que la verdad no fue precisamente de mi agrado – por decir lo menos – y que os voy a relatar dado que este espacio se presta a ello. Y porque la historia en sí no tiene desperdicio.

Estando en Madrid por un tema laboral me instalé en una pensión por su ubicación y por lo asequible del precio. Tenía yo 29 años y pocos recursos económicos como para pagar los dos meses que iba a durar la estancia en la capital, así que me decanté por esa solución.

La pensión estaba bien pertrechada y limpia, y regenteada por una señora de unos cincuenta y muchos años, o quizás sesenta, que decía ser viuda y con la estancia como medio de subsistencia. Muy atenta y tan habladora como todas las personas que llevan mucho tiempo solas. Incluso me pareció que demasiado atenta y servicial hasta el punto de resultarme insinuante o interesada en algo más que ofrecerme sus servicios de hostelería.

Lo cierto es que yo era – y soy – y un tipo con un cierto atractivo y que siempre he gozado de la atención femenina. Y mucho más de señoras mayores, con las que ya había tenido algún tema íntimo en mis primeras experiencias sexuales.

La señora estaba delgada y no le sobraba nada, pero no era guapa ni tenía buen cuerpo, así que pasé de ella desde el principio, aunque sin malos modos ni desprecio aparente, lo cual puede no ser lo más adecuado con cierto tipo de personas, según pude comprobar después.

Pasaron los días y alguna semana sin novedades. Yo trabajando y animado, empiezo a conocer la ciudad y sus ligaderos. Me muevo por aquí y allá para cogerme a alguna chica, y acabo enrollándome con algunas a las que tuve que llevar a hoteles, donde siempre era yo el que soltaba la pasta como suele ser costumbre.

No teniendo amigos ni conocidos en Madrid, mi única ocupación era trabajar y salir a ligar por las noches, y cogerme lo que podía, pero con tanta salida y no salida veo que cada paso por la recepción de hotel me cuesta como mínimo 7.500 pesetas de aquellos tiempos, lo cual era inasumible para mi economía. Y finalmente tuve que considerar utilizar la habitación de la pensión donde residía, aunque no era muy práctico porque me obligaba a llamar a lo que era la puerta de un piso y dar explicaciones sobre quién era la chica que me acompañaba y si se iba a quedar o no.

Las dos primeras veces no ocurrió nada; entramos después de decirle a la dueña que se trataba de amigas.

Pero en la tercera ocasión recibo una sonrisa malévola por respuesta, seguida de una pregunta unas diez horas después, interesándose por mi grado de satisfacción con los servicios de la pensión y Madrid en general con un cierto retintín que, para decir la verdad, no me gustó. Aparentemente se estaba refiriendo a mis idas y venidas con chicas, y yo no había dado pie para que se metiese en mi vida privada.

En todas partes hay gente que falta de profesionalidad, que se propasan en sus reacciones y comentarios, y hasta se toman confianzas que no son sino una falta de respeto.

Aquella señora era claramente una de esas personas.

Finalmente, una noche llego con una chica de unos treinta años, a la que conocí en un bar de ligue muy concurrido. Estaba un poco bebida y la conduje a la habitación donde empecé a besarla y desnudarla a capricho. Empezamos a hacerlo y, en un momento determinado, cuando la chica me está comiendo la polla, suenan dos llamadas en la puerta y sin dar tiempo a nada se abre de par en par para dejar entrar a la señora en cuestión y sin más.

Nos quedamos atónitos y sin saber qué decir. La chica reclinada sobre mí con la polla en su mano y toda babosa, mira a la señora y después dirige la mirada hacia la mía en un gesto de sorpresa y como esperando mi reacción.

La señora pronuncia un "uy, perdón" muy falso, y se queda mirando la estampa como embobada. Ante el silencio que se hizo, le pregunto: ¿qué?, ¿está a tu gusto?

La tía se sonríe y le pregunta a la chica qué está haciendo, como si no estuviese bien claro, a lo que la treintañera le responde: "¿pues qué voy a hacer?, ¿es que no se ve?, comiendo polla, que está bien rica". Estaba un poco borracha.

Como he dicho antes, la tía no estaba buena ni nada, y demasiado mayor para mí, pero la situación era de un cachondo que no os podéis ni imaginar. Y lo mismo para mí que para mi nueva amiga, que de seguido le dice a la vieja: ¿tú qué quieres?, ¿probar también?

Me quedé atónito. No podía hablar. La tía vieja se acerca, me mira como tonta y dice: "bueno", para después inclinarse sobre mi verga para cogérmela de las manos de la joven y empezar a chuparla como si fuera un polo de caramelo, la tía guarra. Y no el glande sin más, sino que se la tragaba toda hasta el fondo sin atisbo de timidez o reparo, disfrutando a tope del tema y sin cortarse lo más mínimo.

La chavala joven ni se inmutaba ante el espectáculo, que terminó con la tía mayor apartándose, quitándose la especie de vestido que tenía y las bragas y poniéndose encima de mí para follarme como una loca con ganas mientras la otras miraba.

Estaba claro, como luego me confirmó, que había estado escuchando detrás de la puerta todas las veces que había entrado con una chica, disfrutando con lo que oía y, según me comentó, masturbándose luego en su cama pensando en el tema, hasta que no pudo aguantar más y entró sin más en la habitación para cogernos en plena faena y unirse a la fiesta si la dejaban.

Una tía salida donde las haya, sobre todo por la falta de sexo desde la muerte del marido. Me folló hasta que le vino en gana, con gran gusto por su parte por cierto, que no tanto de la mía porque no era precisamente mi tipo. Frisando los sesenta años, piel mal conservada, tetas caídas y como desinfladas, toda colgosa y no demasiado guapa precisamente. Un mal rollo. Pero allí estaba yo con la tía encima cabalgado a cien.

Luego, aprovechando el tema y la situación en sí – como hipnótica, por describirla de alguna manera – me animé a tomar las riendas de la situación, coger a la señora por la cintura, quitármela de encima y ordenarle sin más que le comiera el coño a mi amiga. Así, sin miramientos. Me respondió que eso no le gustaba, que no era lesbiana ni nada de eso, y le respondí que si quería follar hasta el final tenía que hacer lo que yo le dijese.

A la joven tampoco pareció gustarle mucho el tema al principio, pero luego se fue animando con la lengua de la otra mientras yo le metía la polla en la boca.

Así empezó un trío sexual bastante mal avenido pero que resultó en el correspondiente orgasmo para cada uno de nosotros. La chica con la lengua de la vieja, y yo y la señora propietaria juntos en la postura del perrito mientras ésta última seguía haciéndole el cunnilingus a la joven, que no paraba de jadear y retorcerse de gusto.

Creo que fue la hostelera la que recibió la mejor parte, con una corrida que me dio hasta vergüenza por el grito que dio y los sucesivos jadeos en voz más que alta en un edificio de cierta antigüedad donde seguramente nos estarían oyendo los otros inquilinos de la pensión y los vecinos.

Luego el mal rollo de después de correrse. La situación de estar allí con esa tía que no nos gustaba a ninguno de los dos. La chica se marchó casi sin decir nada y no la volví a ver, y la señora se metió en su habitación.

El peor trío de mi vida con diferencia.

A la mañana siguiente se presenta como si no hubiese pasado nada, me sirve el desayuno y todo normal hasta un punto irritante.

Finalmente, viendo el tema claro, hago la maleta y anuncio mi marcha, a lo que me responde: "si es por lo de anoche, no importa, no pasa nada", como si encima fuese yo el culpable de algo.

Salí de allí espantado.

Gracias y que no os pase a vosotros.

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